Si algún segmento ha experimentado
cambios en los últimos años ha sido, paradójicamente, el último en
llegar a escena: el de los SUV. Nacieron como reinterpretación del
todoterreno clásico al ser estos empleados básicamente en carreteras
asfaltadas, aportando nuevas cotas de estabilidad, confort y en
general agrado de uso.
De los primeros SUV, aquellos en los que la estética de todoterreno
era obvia, se ha ido evolucionando a unos diseños más próximos a un
turismo convencional; incluso en algunos casos a los de un coupé.
BMW no iba a ser menos, en un movimiento cuando menos extraño, al
ofrecer en su catálogo dos productos similares como son el nuevo X1
y el ya veterano X3. Entonces, ¿qué aporta el nuevo modelo respecto
a su veterano hermano de marca? Como veremos, mucho y muy bueno.
Para la construcción del X1, el fabricante bávaro BMW ha utilizado
las sinergias del bastidor de la Serie 3, en concreto el del
familiar o Touring. Sobre el bastidor y la carrocería se han
realizado importantes modificaciones de estética y arquitectura, a
pesar de las cuales está presente el aire de familia con la Serie 3
en lugar de recordar a la Serie 1, básicamente por tamaño y volumen,
muy superiores a sus hipotéticos parientes de gama.
El X1 podría posicionarse como el SUV compacto de referencia,
justificado en parte por la alta calidad de construcción del coche,
los acabados, su aspecto y la probada calidad de sus motorizaciones.
Nosotros probamos el que quizás sea el modelo más equilibrado de la
actual gama, el 2.0d de 177 CV XDrive.
El nuevo X1, de forma general, gusta. Llama poderosamente la
atención y concita mejores comentarios cuando el interesado se
encuentra con un coche amplio, de proporciones suficientes para una
familia media.
El diseño presenta la nueva imagen frontal que la marca está
transmitiendo en los nuevos producto, cuya característica principal
es el volumen. Los diseñadores llaman tres dimensiones al juego de
planos y aristas que dan un mayor volumen al conjunto que aloja la
calandra con los riñones característicos de BMW, más grandes que los
de un Serie 3.
El faldón delantero, como el trasero, sigue el mismo principio y
adquiere un mayor volumen y una mayor extensión. El aspecto es muy
deportivo y todo el conjunto, aliñado con una "mirada" de las
ópticas muy incisiva, resulta muy agresivo.
En la trasera, los diseñadores han jugado con el estilo de
iluminación de las berlinas superiores y un portón que sobresale
gracias a la combinación de planos muy pronunciados y las
superficies curvas que rodean el espacio de la matricula.
La faceta lateral, muy similar a la de un 3 Touring, es sin embargo
el que mayor parecido tiene con un Serie 1, al discurrir por todo el
plano la línea de carácter que define a la gama más pequeña de la
marca bávara.
En conjunto, el nuevo X1 es tan sólo 12 centímetros más corto que un
X3, una distancia mínima que deja a éste en una mala posición en la
gama X de la marca, aunque por poco tiempo, porque a punto está su
relevo generacional, con el consabido aumento de tamaño para quedar
bien escalonado entre el X1 y el X5.
En el interior no hay sorpresas. El habitáculo, con la misma calidad
de ejecución y distribución de volúmenes que en un serie 3, ofrece
el mismo espacio, pero en la fila trasera el respaldo de los
asientos traseros se puede inclinar 31 grados, lo que facilita el
confort a cambio de un pequeño sacrificio en espacio del maletero.
El volumen de carga, con 420 litros, no es excepcional, pero sí
suficiente para las necesidades de carga de la mayoría. El espacio
es funcional, con dos tiras de goma transversales, muy útiles para
sujetar pequeños bultos, y cuatro anclajes que facilitarán la
sujeción de cualquier tipo de carga.
Bajo el plano de carga del maletero aún queda una amplia bandeja de
5 centímetros de alto, una superficie que abarca todo el maletero, y
subdividida con paneles móviles, para ocultar pequeños objetos de
modo más seguro.
El motor 2.0d nos ha parecido excepcional por muchos motivos. Aunque
en el exterior pueda apreciarse claramente que se trata de un
diesel, en el interior con las ventanas cerradas pasa casi
desapercibido. Casi total ausencia de vibraciones, apenas apreciable
en los primeros minutos del arranque en frío. En marcha, el cuatro
cilindros sorprende con un comportamiento elástico y homogéneo.
Potencia hay de sobra, aunque siempre bien controlada y sin empujes
repentinos.
En la sobresaliente experiencia de conducción colabora la caja de
cambios automática con la que estaba equipada la unidad probada, de
seis relaciones y convertidor de par tradicional. Vale que no es tan
rápida como las modernas de doble embrague, pero tampoco se queda
muy atrás. Es quizás la caja de este tipo que hemos probado que más
nos ha gustado, por su inteligencia en la gestión de las relaciones
y la relativa agilidad entre cambios.
La tracción es integral permanente. El sistema empleado en el X1 es
el que la marca utiliza en el Serie 3 de tracción integral y es
distinto del empleado en el resto de la gama X. El dispositivo está
configurado por un embrague multidisco que es el encargado de
repartir el par entre los dos ejes mediante un sistema mecánico
intermedio. La tracción en condiciones normales es trasera.
El X1 se comporta prácticamente igual que un turismo, sea en
recorridos lineales de carretera, en curva o maniobrando en ciudad,
un medio en el que sorprende la versatilidad de uso.
Sobreelevado unos centímetros sobre el resto del tráfico se goza de
una visión de anticipación que hace la conducción más relajada, de
igual manera que el uso de una trasmisión automática. La conducción,
entonces, se convierte en más segura.
Sobre cualquier superficie, la respuesta de la suspensión es dura
pero no seca. Absorbe acústica y físicamente la mayoría de socavones
y baches de nuestra particular red viaria, sin que la carrocería
experimente movimientos verticales y horizontales (los más
preocupantes) típicos de otros SUV o de los todoterreno. Para viajar
con el máximo confort seguramente haya mejores opciones, pero
ninguna combina de forma tan excepcional la dinámica con el trato a
los pasajeros.
En autopistas el X1 puede con todo, con una sensación de seguridad
similar a la de su hómologo en berlina, el Serie 3. En carreteras se
muestra algo más torpe, pero siempre a la altura de las mejores
berlinas del mercado y, casi con total seguridad, como el mejor SUV.
Nadie se verá defraudado por la estabilidad del X1, al menos si
tenemos en cuenta su condición.
La abundancia de electrónica para ayudar a la conducción, el
consabido control de estabilidad y la rápida tracción integral,
constituyen una garantía para el conductor, que podrá transitar
sobre superficies deslizantes con garantía, aunque el generoso ancho
de los neumáticos son inconveniente en el momento, por ejemplo, de
hacerlo sobre hielo o nieve.
Pudimos probar brevemente el X1 sobre pistas forestales, de tránsito
sencillo. El nuevo BMW demostró su alta calidad de realización al no
transmitir ni un solo crujido o ruido anormal, con una agradable
sensación de solidez general. Eso sí, la relativa dureza de la
suspensión hace que se invierta el “mimo” hacia los ocupantes en
relación al asfalto. En terrenos abruptos los pasajeros notarán
mucho más las sacudidas que en un SUV o todoterreno con suspensiones
más blandas, pero es el único precio a pagar durante los escasos
kilómetros en los que el conductor tipo de este automóvil se
adentrará en la tierra.
El X1, en general, es fácil y versátil, mejor adaptado para rodar
sobre asfalto que a las salidas al campo, limitadas únicamente a
pistas y caminos sin sorpresas. El X1 es un coche más racional que
los SUV que plagan el parque automovilístico sin que sean usados en
situaciones que requieran de la tracción integral.
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