Si algún segmento ha experimentado cambios en los últimos años ha sido, paradójicamente, el último en llegar a escena: el de los SUV. Nacieron como reinterpretación del todoterreno clásico al ser estos empleados básicamente en carreteras asfaltadas, aportando nuevas cotas de estabilidad, confort y en general agrado de uso.
De los primeros SUV, aquellos en los que la estética de todoterreno era obvia, se ha ido evolucionando a unos diseños más próximos a un turismo convencional; incluso en algunos casos a los de un coupé.
BMW no iba a ser menos, en un movimiento cuando menos extraño, al ofrecer en su catálogo dos productos similares como son el nuevo X1 y el ya veterano X3. Entonces, ¿qué aporta el nuevo modelo respecto a su veterano hermano de marca? Como veremos, mucho y muy bueno.
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