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Pruebas
Prueba del Chevrolet Spark 1.0: el buen vecino.
El auge de los coches urbanos en estas coyunturas de crisis toma cuerpo con modelos como el Chevrolet Spark, cuyo formato bien adaptado a la estresante circulación de ciudad y al aprovechamiento de diminutos recovecos le concede por derecho propio la condición de un buen compañero de fatigas.

 J. Felipe Alonso - Publicado el 14/abril/10
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Siempre es interesante que mientras unos fabricantes buscan automóviles de mayor tamaño y cilindrada, existan otros que mantengan su filosofía en diseñar, construir, y lanzar al mercado pequeños turismos compactos capaces de moverse con soltura y dignidad.

Chevrolet ha enviado al mercado su modelo Spark, que va más allá del Matiz, al que está destinado a sustituir, ofreciendo una línea más moderna y unas mejores prestaciones, con una relación calidad-precio superior a algunos turismo "teóricamente" de gama más elevada. Es un auto concebido para moverse por la ciudad, y por ello sus medidas se han adecuado a ello. Su longitud, 3,64 metros; con una anchura de 1,6 metros, le permiten circular con toda comodidad por las calles, y poder encontrar aparcamiento donde otros no tienen espacio.

Pero no por ello sus diseñadores se han olvidado de preparar el interior para poder transportar cuatro personas, y permitir una capacidad de carga sencilla pero suficiente para las compras de pequeño tamaño, con una capacidad de 170 litros.

Exteriormente ha roto con la silueta del Matiz, con una imagen más joven, más jovial, desenfadada e incluso, podríamos decir, que divertida.Las puertas traseras no tienen tiradores a la vista, lo que hace pensar que se trata de un dos puertas, cuando realmente en los paneles que separan la zona delantera de la trasera van las ranuras con las palancas de apertura escondidas.

La silueta de arco, con un morro descendente hacia el parachoques integrado sobre el que destaca la toma de aire, y unos faros laterales, amplios, altos, dejando para la zona final las luces antinieblas, le dan un aspecto atractivo.

Por detrás se eleva el habitáculo para acabar de forma cuadrada y permitir el acceso al portón. Todo ello unido por unas suaves líneas laterales que añaden modernidad a su diseño.

De puertas hacia dentro, el habitáculo presenta amplitud, la suficiente para que los cuatro pasajeros que lo pueden ocupar no sufran agobios de espacio, ya que se mantiene una amplitud para las piernas y las cabezas, que no se deben preocupar de la pequeña altura del vehículo.

El cuadro de instrumentos, que recuerda más al de una motocicleta que al de un automóvil, ocupa la parte superior de la columna de la dirección, y allí se pueden encontrar todos y cada uno de los elementos que ayudan a la conducción, y que permiten una sencilla lectura en todo momento de la velocidad, del número de revoluciones o de la situación del depósito de combustible, por ejemplo.

A la derecha, y muy próximo, se encuentran los controles de la calefacción y del equipo de sonido, que cuenta con lector de CD y reproductor de MP3 de serie. El volante, que cuenta con dirección asistida, es agradable al tacto, y responde con suavidad a las órdenes de giro, lo que es muy apreciable en las operaciones de aparcamiento.

El modelo probado, contaba con un motor sencillo de 1 litros (995 c.c.) capaz de desarrollar una potencia de 66 CV, aunque hay otra versión de 1.2 litros, y en ambos casos tanto su consumo como su emisión a la atmósfera está por debajo de los 119 gramos por kilómetro de CO2. En la cuestión medioambiental, sin embargo, tiene alguna que otra carencia en la acústica por el ruido alto que ofrece este propulsor. Al ser un vehículo pensado para la ciudad, no se debe esperar de él grandes prestaciones sobre el asfalto, aunque tiene la potencia suficiente para permitir desplazamientos cortos entre poblaciones.

Para poderlo llevar de una forma alegre hay que mantenerlo subido de vueltas, ya que si se le deja bajar de las 4.500 vueltas, el Spark lo nota y se vuelve perezoso, pero por encima de esa cifra es un coche que responde. La prueba ha sido mucho más satisfactoria en la conducción por ciudad, porque permite callejear sin problemas, gracias a sus dimensiones, mientras que sobre la carretera hay que mantener la atención en el terreno que se pisa, ya que en las curvas cerradas cabecea y al tocar los frenos tiende a clavar el morro.

No obstante, sus cinco marchas, en una caja manual, en ambas versiones, responden a las necesidades del conductor, aunque éste no debe esperar grandes prestaciones en los terrenos sinuosos hacia arriba, si bien cuando llanea lo hace como cualquier otro vehículo de gamas superiores.

Lo mejor de este sucesor del Matiz es la permisibilidad que tiene para la ciudad, así como la ya señala escasez de consumo, gasolina, pero poca, tanto que con su tanque de 35 litros de capacidad se puede hacer una buena cantidad de kilómetros. No es un mechero, pero casi.

El equipamiento de serie es bastante completo, incluso superior a su precio, por debajo de los 7.000 euros, con llantas de aleación, aire acondicionado, ventanillas eléctrica, así como el espejo exterior derecho, regulación del asiento del conductor en altura y la dirección asistida.

Ofrece la posibilidad de montar el control electrónico de estabilidad, con control de tracción y frenada electrónica, si bien de serie lleva dos airbags (conductor y acompañante), laterales y de cortinilla.

El consumo durante la prueba no ha superado los 6 litros a los cien kilómetros, lo que tal y como está la economía es una buena noticia, que se suma a la de estar exento del impuesto de matriculación.

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