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El Honda CR-Z junto a la Torre de la Concepción, en La Laguna. |
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Para poner a prueba las bondades del sistema híbrido en recorrido urbano, decidimos completar medio centenar de kilómetros en los núcleos urbanos de La Laguna y Santa Cruz, lo que nos llevó algo más de dos horas. Las temperaturas del día de la prueba seguían siendo altas, siempre por encima de los treinta grados, en un horario de entre las seis y las ocho y media de la noche.
Hay que decir que si bien ya llegábamos alertados por la gran expectación que ha levantado este coche durante los días previos en cualquier escenario, el rodar durante varias horas por ciudad nos despejó cualquier tipo de duda: es un vehículo que llama poderosamente la atención. Mucho más que la mayoría de deportivos de renombre. No sabemos si por su perfecta combinación entre los clásico y lo moderno, por un color blanco que le sienta “como un guante” o por una iluminación diurna acertada; lo cierto es que hace volver cabezas a su paso.
Centrándonos en el objetivo principal de esta prueba, el consumo, hay que decir que nuestras sospechas se confirmaban casi desde un principio. El CR-Z lo iba a tener muy difícil en este escenario y que dejaría claro que no es el más cosmopolita de los híbridos. Así fue. Desde el inicio la cifra de consumo medio indicada por el ordenador de a bordo, y que en la última valoración analizaremos su exactitud, arrojaba cifras superiores a los seis litros. Comenzamos por La Laguna, a una altura de unos 600 metros sobre el nivel del mar. Aquí la conducción fue muy lenta, sin tocar una sola vía de doble carril que nos permitiera insertar más de la tercera velocidad del cambio. Por lo tanto, lo más duro fue el inicio.
Sin embargo, quedaba la segunda parte en Santa Cruz que, entre el recorrido de enlace en descenso y una circulación naturalmente más rápida, hacía previsible rebajar de forma notable la cifra promedio. Tras 50,8 kilómetros de recorrido urbano, con dos personas a bordo y una temperatura siempre superior a los treinta grados centígrados (por supuesto, con el climatizador siempre conectado), el CR-Z arrojó una cifra promedio de consumo de 6.4 litros. En algunos momentos el ordenador indicaba cifras inferiores a los seis litros, pero inmediatamente volvía a situarse por encima a poco que las condiciones no fueran del todo favorables.
Haciendo comparativa con el Toyota Prius, auténtica referencia en todos los sentidos a nivel de consumo urbano, al CR-Z le quedan lejos, muy lejos, los 2,9 litros a los 100 kms que obtuvo el pasado mes de enero el híbrido más veterano (ver detalle). Las condiciones no han sido las mismas, pues el tener que “tirar” continuamente del climatizador en verano supone un lastre que podríamos estimar en torno a un litro más de media. Con todo, la diferencia de consumo entre ambos casi se duplica.
En resumen, el CR-Z no es que haya obtenido una mala cifra de consumo en ciudad, sino que el sistema híbrido que monta éste pasa casi completamente desapercibido en este tipo de condiciones. Eso sí, no hay color cuando valoramos otro tipo de aspectos, algo que haremos en la próxima entrada de este especial consumo de larga duración en la que daremos por concluida la prueba de este Honda.
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