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Sirva la metáfora para introducir la presentación del Renault Wind, un coche biplaza, de fuerte sabor "roadster" y acogido a las ventajas de un cabrio con el techo duro, pero cuyo dibujo tarda bastante en entrar por los ojos con una conformidad estética.
Renault ha hecho con el Wind uno de esos ejercicios de "coches raros" a los que tan aficionada es la marca francesa. Y lo ha hecho partiendo de una equidistancia entre sus modelos urbanos Twingo (otro "coche raro" en su primera generación) y Clio, hasta el punto de que sus cotas (3,83 metros de longitud) están por exceso en el primero y por defecto en el segundo.
Puede no resultar agraciado el diseño externo, pero sà llama la atención, y luego, el carácter de este coche, llega a encandilar gracias a una serie de recursos muy bien resueltos en la marca del rombo.
Que nadie se engañe: no va a ser un lÃder de ventas. Tendrá su clientela, bastante exigua, seguro, pero, tras la prueba, hay una apuesta abierta a que el propietario de un Wind se lo va a pasar en grande conduciendo este singular modelo.
Nace con una vocación deportiva, pues no en vano la idea parte de Renault Sport Technologies y utiliza la plataforma del Clio 2 R.S., asà como las motorizaciones más altas de la gama Twingo, entre ellas, la de la más deportiva distinguida por las mismas siglas R.S.
Describir sus formas no es tarea fácil porque el coche rompe con algunos tópicos estéticos muy presentes en los roadster. Por delante, se deja ver un capó en fuerte caÃda, predominio de las angulosidades y faros grandes en forma de lágrima, además de una toma de aire baja y de considerable tamaño. El parabrisas tiene un ángulo bastante cerrado.
La lÃnea de cintura toma altura desde el primer al segundo pilar, lo que recorta la superficie acristalada lateral, pero el imán para la vista está en una forma descapotable de superficie muy pequeña y con una especie de tiradores que nacen tras los asientos y se dejan caer hasta la zaga. La atención tiene otro polo de atracción en unas llantas multirradio cromadas en oscuro, un tanto recargadas, asà como en una visión indisimulada de carrocerÃa baja.
En la zaga, algo levantada, hay una plataforma que cubre el maletero y que termina en un alerón discreto, flanqueada por unos originales pilotos en forma de bumerán.
No cambia mucho la visión del Renault Wind capotado o descapotado, aunque resulta algo más atrayente esta última. La maniobra de retirada del techo es uno de los logros del coche por su rapidez y por el acertado sistema de recogida en el maletero. Tarda la operación 12 segundos, muy rápida y silenciosa. El sistema de techo pivotante, muy ligero, pues solo pesa 22 kilogramos, y montado con muy pocas piezas, permite una ubicación en la parte superior del maletero, que no le resta a éste volumen de carga. En ese sentido, el maletero ofrece 270 litros, registro próximo al de un Clio.
Un pequeño inconveniente es que el pliegue del techo precisa de una maniobra previa con una empuñadura manual y su ajuste en la operación contraria de capotado del coche. Otro es que la maniobra de pliegue y despliegue hay que hacerla a coche parado y con el freno de mano puesto. Quedan también fuera de lugar, como mal detalle de terminación, dos travesaños en el maletero que se entiende pueden ayudar al aislamiento del compartimento del techo.
Un habitáculo solo para dos personas se presume angosto y puede que hasta claustrofóbico. Está lejos de la realidad. La accesibilidad está conseguida casi sin coscorrones, incluso para ocupantes de una estatura media tirando a alta. Los asientos tienen espacio para estirar las piernas sin remilgos y banqueta y respaldo recogen el cuerpo de forma magnÃfica. Los asientos tienen regulación en distancia, pero no en altura, una carencia que al final no se echa demasiado en falta por el muy escaso margen de operatividad que tendrÃa.
La instrumentación es muy espartana. Los relojes adoptan un estilo motociclista y ofrecen buena y rápida visión del estado general del coche, salvo el testigo de la gasolina, que requiere más de un mirada por estar algo oculto.
La gama del Wind se contenta con solo dos motores de gasolina y un nivel de equipamiento, el Dynamique. En cuanto a los propulsores, para el prueba, se eligió el más potente, el 1.6 de 133 CV, muy brioso en las salidas, sensible de acelerador y, desde el primer momento, con ese ruido ronco que quieren transmitir los coches deportivos como señal de carácter.
En ese alto nivel de ruido influye también que este motor no se anda con medias tintas, pues exige altos registros de giro para exprimir todas sus posibilidades, si bien a bajos regÃmenes tiene ese punto de fuerza que ofrece garantÃas en las recuperaciones. No obstante, es a partir de las 4.000 revoluciones donde se entona y responde con la vivacidad deseada.
No hay otra opción en los dos motores que una misma caja manual de cinco velocidades, con sus desarrollos bien escalonados, aunque una primera y una segunda muy cortas enseguida demandan el manejo de palanca y se prolonga en exceso el desarrollo lo acusan con algún que otro tirón molesto.
Hay que destacar en positivo el comportamiento dinámico con un chasis que aúna ligereza con una estupenda estabilidad, a la que ayuda un eje de gravedad muy centrado por la escasa altura del coche. La toma de curvas, incluso las de ángulo más cerrado, siempre se hace con una sensación plena de seguridad. La estructura del coche está tan ajustada que ninguno de los trenes rodantes se descompone en las trazadas por muy exigentes que sean.
Las suspensiones, en buen lógica, acusan mucha dureza, lo que hace que en ruta difÃcilmente deje de "copiar" cualquier obstáculo del firme por nimio que sea. En el debe figura algún que otro ruido de estructura, fruto de posibles desajustes en las juntas o soldaduras.
Sorprendentes por los efectivos son los frenos y la dirección. De los primeros se puede decir que la actuación es instantánea y la parada del vehÃculo se lleva a efecto con rapidez y en poca distancia. De la segunda tiene ese toque perfectamente equilibrado que lleva siempre el coche por donde quiere el conductor.
Queda el repaso al apartado económico. Del consumo, en prueba, se conformó con algo más de 8,5 litros, que pueden estar en la normalidad haciendo la alusión de un uso bastante revolucionado del motor para que la diversión tenga todos sus componentes.
En cuanto a precio, Renault ha puesto al alcance de muchos bolsillos la magia de un roadster con el añadido de la magia de la conducción a cielo descubierto. Desde luego, en comparación con la competencia, es la mejor oferta actual del mercado y con un equipamiento de serie, estándar, en la que no sobra, pero tampoco, falta nada.
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