El primer contacto visual con este coche resulta atrayente, pues asume una combinación equilibrada de los trazos de los monovolumenes clásicos con sugerencias abiertas hacia los crossover, todo ello haciendo seguidismo de la plataforma que también utiliza la berlina Cruze.

Con ello, el Chevrolet Orlando ahonda en el aspecto lúdico que insinúa su denominación, la de esta localidad estadounidense, en el estado de Florida, que acoge uno de los parques temáticos de la factoría Disney.

Huyendo de las anécdotas y de las coincidencias más o menos provocadas, la primera vista del Chevrolet Orlando se detiene en unas cotas importantes, sobre todo en los referente a longitud y anchura y, bastante menos, en altura.

Hechas estas consideraciones el juego de medidas tiene su lógica explicación en un formato ideado para siete plazas o para la utilización de un espacio de carga que, aunque no es el más capaz del segmento, sí permite ciertas florituras. Este volumen es de 458 litros si transportamos cinco pasajeros, 90 con siete o hasta 1500 si abatimos las dos filas de asientos traseros. ¡Ahí es nada!

En sus formas, el Orlando se identifica por un frontal muy atlético, en una mezcla “resultona” de líneas rectas y curvas así como el largo capó, en cuyos flancos se aposentan unos marcos luminosos grandes y vistosos en forma de gota de agua. La doble parrilla y el logotipo de la marca se resaltan en un cromado horizontal que atraviesa el enrejado de la toma de aire superior.

Por el lateral dominan unos pasos de rueda considerables, una línea de cintura alta ya desde el punto de partida del primer pilar y que se eleva suavemente por toda la carrocería. Unos retrovisores, también de relevante tamaño, añaden estilo a la zona, lo mismo que la tercera ventanilla que ocupa el espacio de la tercera fila de asientos.

Detrás se deja ver también originalidad con las formas irregulares del portón y los pilotos tomando parte de ese espacio en forma de un trapecio algo deforme, al tiempo que las luces de freno y marcha atrás se ubican juntas en la zona central del parachoques. El parabrisas trasero, podría ser interesante que tuviera algo más de superficie acristalada.

Esa longitud y anchura bien visibles desde el primer momento son una de las razones de una vida a bordo muy cómoda, que se inicia desde el mismo momento de la entrada en el coche por lo amplio de los marcos de las puertas. Incluso el acceso a la tercera fila de asientos desde la segunda puerta se hace con un más que aceptable grado de comodidad. La distancia entre la primera y segunda fila de asientos es enorme, y se mantiene en buena proporción en la tercera. Esto redunda en un buen confort general.

Pese a la menor talla detectada, lo cierto es que la ubicación del pasaje tiene otra referencia en la progresiva ganancia de altura de cada fila de asientos, lo que incide en ese estilo de sala cinematográfica que resalta la marca y que permite a los pasajeros de las estancias posteriores tener una amplia panorámica de visión –y viceversa, pues el conductor tiene gracias al espejo panorámico una visión generosa de todos los ocupantes-.

La posición de conducción es buena, pero choca con una percepción de conducción baja que no se corresponde con lo que se espera en este tipo de vehículos. Es muy sencillo encontrar una postura ideal, pues volante y asiento cuenta con reglajes amplios.

En la segunda fila de asientos se echa en falta un sistema corredizo de los mismos para modular mejor los espacios de carga, así como una plaza central en las mismas dimensiones que las de los lados.

Monovolumen es sinónimo de espacios extras de carga para pequeños objetos, numerosos y bien repartidos, pero llamando la atención por el espacio que se ha habilitado en la consola central donde se ubica el equipo de sonido, cuyo frontal se abre y deja lugar para guardar una pequeña cartera o unas gafas. Más de uno quedará sorprendido por este detalle.

El maletero está en un óptimo registro de carga, pero siempre que se recurra a una carga hasta el techo porque el suelo, una vez abatidos los asientos de la tercera fila, queda ciertamente elevado y con la bandeja desplegada reduce considerablemente el potencial. Como suele ocurrir con vehículos de siete plazas no permanentes, si optamos por ésta configuración en un desplazamiento debemos prever la disposición de la tapa corredera del maletero. Con la tercera fila desplegada no hay lugar previsto para instalar la cortina o tapa del maletero, quedando únicamente el suelo como opción entre la primera y segunda fila de asientos.

La instrumentación de a bordo no es profusa, pero tiene la ventaja de lo suficiente y de un inteligente reparto por la consola central y los laterales para familiarizarse con su manejo de inmediato. El color turquesa confiere un aire de modernismo y sensación “eléctrica”. Tienes sus particularidades, como el botón de desconexión del control de tracción próximo al acompañante. Un lugar demasiado accesible para algo que casi nunca se utilizará.

De las tres motorizaciones (una gasolina y dos diesel) de la gama de lanzamiento del Orlando, ha correspondido el turno al más potente diesel, un 2.0 litros de 163 CV que como veremos, tiene un ímpetu impropio en este tipo de vehículos.

Empieza a tener un buen comportamiento desde muy abajo, sin apenas llegar a las 1.500 revoluciones. Con esa configuración se deja llevar muy reposado por el medio urbano conteniendo significativamente el consumo. La única crítica que se le puede poner a esta mecánica es el cierto grado de retraso en su respuesta, especialmente cuando demandamos el 100% de su potencia. No llega a ser una gran molestia, pero está ahí.

En las recuperaciones, si tenemos al menos un régimen de 1.500 rpm, la respuesta es contundente y sobrada, lo que da confianza para afrontar un adelantamiento incluso con siete personas a bordo.

El sonido que desprende esta mecánica es excelente en caliente y carece por completo de retumbes o vibraciones características de otras opciones del mercado similares.

Otro factor a tener en muy cuenta es un consumo comedido que en nuestra prueba se quedó ligeramente por debajo de los siete litros en una combinación de ciudad, carretera y autopista a un ritmo medio. En autopista, por ejemplo, a una velocidad de 105 km/h de marcador, rondó los 5.2 litros a los 100 kms. Aunque con sólo el conductor, no deja de ser un registro sorprendente para un automóvil de este tamaño y posibilidades.

Para completar el análisis del agrado de conducción, decir que el manejo del cambio es bueno pero para alcanzar el sobresaliente –para nuestro gusto- le faltaría tener un tacto de freno más recio, pues aunque frenar frena, el largo recorrido del pedal crea cierta sensación inicial de desconfianza. Nada que no se supere con los kilómetros y comprobemos que cuenta con sobrada potencia de detención del conjunto.

Su anchura prominente y su altura rebajada transmiten ya con la vista que hay una estabilidad asegurada que se corrobora luego plenamente en la conducción. Rueda con aplomo y en las curvas, por cerradas que sean, reparte con feliz equilibrio los apoyos. Las suspensiones tienen el tarado adecuado para afrontar firmes más abruptos, con muy buen comportamiento de los dos trenes, en los que
apenas se sienten efectos rebote pronunciados, que tan comunes son en otros modelos de la competencia, sobre todo en el tren trasero. Únicamente el apoyo, algo más pronunciado de lo habitual en segmentos como el de las berlinas, hace recordarnos que estamos ante un vehículo que admite hasta siete ocupantes.

En cuanto a precio, Chevrolet juega también con este modelo a esa estrategia de marca de acceso del Grupo General Motors para el mercado europeo, con lo que en el nominal hay cifras muy atrayentes. El complemento con los equipamientos está acorde: profuso en materia de seguridad y cicatero en elementos de confort.

Conforme a estos condicionantes, el Orlando resulta muy atractivo para ese concepto creciente de coche familiar con un componente de prestaciones de ocio acentuadas. Si no somos demasiado exigentes en ciertos aspectos secundarios, se plantea como una de las opciones más razonables de su categoría.

En resumen se posiciona magníficamente en el segmento y, desde luego, fuera de los números y de la economía, aporta argumentos mecánicos, prácticos y dinámicos muy convincentes.

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