Mazda es una marca imaginativa, con logros en su nómina, como el motor rotativo, que la llevan a posiciones de vanguardia y a un prestigio en el marco comercial que la posicionan como una de las marcas japonesas con mejor repertorio de originalidades.
Con el Mazda2, el vehículo de acceso a la gama y uno de los concurrentes en el siempre difícil, aunque modesto y popular, segmento urbano, la firma nipona se ha apuntado a una remodelación que escapa por exceso a los límites de un simple lavado de cara.
Mazda no se ha limitado simplemente a un cambio de formato externo con este modelo y en la nueva gama para este año, aparte de las casi reglamentarias y necesarias modificaciones de carrocería incluye transformaciones llamativas en suspensiones y en motorizaciones.
El punto clave de estas reformas está, como siempre, en la parte delantera, donde el nuevo frontal asume un aspecto más deportivo, con formas más puntiagudas. Se añade en el terreno de la novedad el nuevo diseño de los marcos de los faros antiniebla y de las llantas. En los niveles de equipamiento superiores se dejan ver concesiones deportivas como faldones laterales y alerón trasero sobre el techo.
En el resto de la parte exterior permanecen la alta línea de cintura y esa percepción de berlina urbana por la contención de cotas, ya que éstas no se han modificado.
El interior tiene la virtud de compaginar esa contención de dimensiones con un confort muy destacable en cuanto a habitabilidad, ya que, ahí sí, se ha ampliado el espacio para cabeza y hombros, al tiempo que la separación entre filas de asientos conserva una distancia más que suficiente para no contraer en exceso las extremidades inferiores.
El puesto de conducción tiene como elemento positivo un amplio abanico de posiciones en la regulación en altura, así como la disposición elevada de la palanca de cambios.
Para ajustarse a los más estrictos límites actuales de control de la velocidad se dispone de un sistema de alarma de velocidad integrado en el ordenador que recurre a avisos sonoros cuando se supera la velocidad máxima programada.
La disposición de instrumentos es muy sencilla y se hace familiar e intuitiva tras el primer golpe de vista. Es cierto que en el ambiente del habitáculo dominan los plásticos, pero la calidad y acabado de los materiales infunden una percepción de relativa calidad.
En ese juego de prestaciones de a bordo, quizás acuse algo de insuficiencia la capacidad del maletero y lo estrecho de la boca de carga, así como una profundidad algo excesiva del piso de ese maletero, en el que, fiel a algunas de las nocivas costumbres de la comercialización de automóviles de estos días en aras a otros elementos supuestamente prioritarios, se prescinde de la rueda de repuesto.
El motor probado es la única opción diesel de la gama, pero arrastra la consideración de que es un motor totalmente nuevo en la marca de 1.6 litros y 95 CV de potencia, que sustituye al 1.4 CRTD de 68 unidades de potencia.
El término novedad de este motor es relativo, pues, aunque se estrena en Mazda, es una mecánica de origen Ford-PSA, que encuentra acomodos en modelos como el Citroen C3 y el Ford Fiesta. Mazda mantiene vínculos con su anterior socio de referencia Ford.
Dicho motor es de un comportamiento digno de ser resaltado, aunque deje escapar algo de ruido y una entrega de sus mejores prestaciones a regímenes algo altos, aunque en la circulación urbana se presta, sin ahogos, a dejarse mover a baja tensión.
Si en ciudad este coche es un perfecto culebrillas en cuanto a agilidad, en carretera hay que cambiar el chip de conducción y lo aconsejable es mantenerlo en altos regímenes para asegurar con garantías plenas capacidad de respuesta y recuperaciones.
Los atributos motrices tienen otro punto de referencia en el consumo. No es que sea un prodigio de sobriedad, pero tampoco se dispara y adopta unos registros comedidos que en la prueba no llegaron a los 7 litros cada cien kilómetros. Y eso que no cuenta con elementos de apoyo como el start and stop y se rige en las leyes de la conducción por una caja manual de cinco velocidades que recorta los beneficios que siempre se esperan de transmisiones de seis velocidades tan comunes hoy en el mercado, incluso en modelos pequeños como este Mazda2.
Respecto a esa caja ejerce desarrollos muy cortos en las velocidades menos larga y amplía su campo de acción bastante en cuarta y quinta. Pero, se insiste, cabrían bastantes mejores rendimientos con seis velocidades.
La movilidad en carretera tiene un perfecto aliado en una dinámica que infunde confianza en la pisada y en las trazadas. Pequeño y algo alto, rompe con las leyes intuitivas de la física con un eje de gravedad muy centrado que hace predecible cualquier reacción del chasis.
En ese plus dinámico operado influyen la nueva forma de las escuadras de los pasos de rueda traseros con más puntos de soldadura. Asimismo, ha mejorado la rigidez de los casquillos en la trasera de los brazos inferiores de la suspensión delantera y se ha dotado de nuevos casquillos más blandos en el brazo de arrastre en el tren trasero.
La dirección toma y encuadra con perfecto sentido las trazadas y los frenos actúan con rapidez y eficiencia, aunque un uso prolongado de los mismo puede llegar a restar algo de eficiencia por cierta propensión a acusar la fatiga.
En el precio, hay que partir de la base de que la unidad de prueba es el nivel más bajo. Tiene buenos referentes en la seguridad con el sistema de control de estabilidad, muy eficaz y rápido en sus actuaciones, además de airbag frontales, laterales y de cortina. En cuanto a otros componentes de confort de vida a bordo hay algún que otro déficit, pues no hay sensores automáticos de luces y limpiaparabrisas y el sistema de aire acondicionado es muy rudimentario. Sobre estos matices, el nominal queda un poco por encima de lo realmente ofertado y en línea con otros modelos de la competencia menos cicateros.
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