Con este ambicioso punto de partida, nada extraño resulta que este propulsor de 1.8 litros y 150 CV, de desarrollo propio, se desplegara por otros modelos de la gama, y no hubo que esperar mucho para que recalara en la berlina Lancer, donde ha prolongado con la misma autoridad las buenas impresiones puestas de manifiesto desde su estreno.
El Mitsubishi Lancer 200 D-ID, en su versiones sedán (4 puertas) y sportback (5 puertas), se asocia, pues, con las ventajas en potencia, consumos y emisiones ya constatadas en el crossover. Es decir aumenta un 7 % la potencia y rebaja un 10 % los otros dos apartados. Un buen compendio de conducción más limpia en el contexto de prestaciones superiores, que es donde se fija el objetivo de las marcas con los motores convencionales.
Otra de las virtudes asociadas a la elección del nuevo motor es que el Lancer tiene ahora un sistema de alimentación más sofisticado y de mejores rendimientos comprobados. Ello es producto de una inyección directa diesel por conducto común, en alianza con lo que la marca nipona patenta como sistema MIVEC, que no es otro recurso que un control electrónico de alzado variable de válvulas que hace bajar el registro de compresión para obtener una suavidad y silencio de marcha contrastados desde el primer giro de llave. Ese placer de conducción añade otro capÃtulo con una eliminación total de vibraciones.
Al margen de los parámetros de confort de esta mecánica, el motor 200 D-ID conquista por unos rendimientos muy notables que no tardan en aparecer. Ya desde las mil revoluciones se nota un empuje, aunque éste no alcanza su plenitud hasta el tramo entre las 2.000 y las 3.000 vueltas, donde entrega su máxima capacidad de fuerza. Decae algo a partir de regÃmenes más altos, pero en todo momento el motor induce a una conducción alegre y confiere seguridad en las capacidades de respuesta.
El sistema de orientación de cambio de marchas recomienda los movimientos de palanca, siempre desde regÃmenes de giro muy bajos y lo cierto es que su seguimiento al pie de la letra no se traduce para nada en ahogos y tardanza en las recuperaciones.
En los aledaños del motor está un consumo que no es récord, pero que, no por ello, deja de ser competitivo. En la prueba certificó unos 6,5 litros, que no quedan muy lejos de la homologación oficial de 5,6 litros.
Otro apoyo en el escenario de la motricidad está en la caja de cambios manual de seis velocidades, con unos escalonamientos muy proporcionados al régimen de vueltas que demanda el propulsor. Incluso la sexta velocidad tiene juego para exprimir y no quedarse en mero recurso de optimizar consumos. La palanca de cambios por la que se rige asume usos deportivos con sus cortos recorridos, pero a veces tiene problemas de enganche con lo que su precisión merece el matiz de una pequeña crÃtica.
El origen deportivo de los rallys del Mitsubishi Lancer, qué duda cabe, tiene escuela en los elementos dinámicos de este modelo de calle. Empezando por esa construcción de carrocerÃa baja, ancho chasis y eje de gravedad fácilmente centrado le conceden unas condiciones de agarre al firme dignas de resaltar, donde la ejecución de trazada se lleva a cabo con grandes garantÃas. Solo en situaciones de casi extrema exigencia el eje trasero sucumbe a algún que otro tirón, que se corrige sin problemas con el concurso de la dirección.
Esta última se comporta con precisión y nobleza, colocando el coche, como debe ser y mandan los cánones, en los ángulos de entrada y salida precisos. De los frenos apecha con un ABS que es preciso dosificar pues un requerimiento rotundo de la frenada provoca en el sistema antibloqueo una intervención demasiado rápida que llega a retardar algo el efecto de la misma frenada.
El Mitsubishi Lancer en la versión sportback, que ha sido la probada, presenta una imagen muy atractiva, de coche con hechuras deportivas, teniendo en el morro esa parrilla de inspiración aeronáutica que se ha convertido en el santo y seña de la marca. El frontal gira en torno al original dibujo de esa parrilla, flanqueado a ambos lados por los faros y los antiniebla.
La lÃnea de cintura en altura progresiva marca el trazo principal de la visión lateral, junto a unos pasos de rueda poderosos y bien decorados con llantas multirradio. La visión de carrocerÃa baja abunda en otro guiño deportivo.
En la zaga, el portón responde a las formas actuales, pero no se sale de las sugerencias deportivas por la inclusión de un discreto alerón en la parte superior, lo suficientemente comedido como para que no reste elegancia al conjunto del coche.
La vida a bordo es cómoda, pues los asientos están revestidos de una tapicerÃa de muy agradable tacto, los respaldos posicionan bien el tronco, pero las baquetas demandan algo más de largura. Aunque hay capacidad para cinco, mejor en viajes largos no forzar el máximo aforo.
Hay un ambiente agradable con una decoración sobria, pero atractiva, a la que se une una accesibilidad visual y manual a los instrumentos muy intuitiva y rápida en su familiaridad. El tacto de algunos plásticos deja algo que desear, pero no serÃa justo eludir algunas de las inteligentes soluciones adoptadas en materia de versatilidad. Por ejemplo, la facilidad con la que se abaten los respaldos de los asientos para aumentar la capacidad de carga.
La carga es responsabilidad de un maletero bastante justo en los parámetros de capacidad y con el pequeño problema de una ligera altura en la zona baja de la boca de acceso.
Mitsubishi con el Lancer 200 D-ID ha procedido a una remodelación de gama en el ciclo diesel del modelo. Ha desaparecido la versión 2.0 de 140 CV, de origen Volkswagen y en el nivel de equipamiento la oferta se limita únicamente al acabado Motion, por otra parte, bastante bien dotada en las opciones de equipamiento de serie. Por precio, esta versión sportback discurre por el denominador común de la competencia y la constatación de que el nuevo motor es un buen justificante para la subida de la tarifa nominal.
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