Como la cuestión es afianzarse, pese a que ahora vengan mal dadas, Kia renueva a fondo, le da la vuelta por completo, a su modelo Rio, del segmento urbano, y lo hace con credenciales motrices, de consumo y de emisiones de CO2 que, seguramente le van a poner en una órbita mercantil mucho más favorable.
De la tercera generación, los coreanos vendieron en España 18.000 modelos, una cifra que no es de las más significativas en este segmento. Ahora, con la cuarta generación, hay argumentos sobrados para sobrepasar con amplio margen esta cifra testigo.
Optimismo con argumentos, pues las tendencias de mercado apuntan a un importante posicionamiento del segmento en el que se encuadra el Rio, empujado por una crisis económica que obliga a los compradores a poner el punto de mira en atributos que este modelo de Kia ofrece con generosidad, pero también con algún matiz.
El nuevo Kia Rio adopta una visibilidad más deportiva y lo hace con una sutil modificación de cuotas al alza y a la baja; en las primeras la longitud, la distancia entre ejes y la anchura; en las segundas, la altura y el peso.
El modelo parte de un diseño básico, muy limpio y llamativo, bonito en definitiva, inspirado en el dibujo del crossover Sportage. La parte delantera opta por una parrilla corta en dimensiones, donde se coloca por encima el logotipo, en contraste con unos faros grandes, cuya zona acristalada ocupa buena parte del lateral delantero. El capó, de pronunciada caída, es recurso casi obligado a la imagen dinámica que se pretende, mientras se adelanta en varios centímetros el parabrisas para reforzar el carácter anguloso de la carrocería y dar desahogo a los ocupantes de esta zona anterior del coche.
Visto en toda su longitud señalar el largo voladizo delantero, más retraído atrás y una zona muy limpia sin grandes alardes en el dibujo que marcan las ventanillas y los marcos de las puertas.
Para finalizar el recorrido visual, la trasera está dominada por un portón elevado en la zona de apertura y unos pilotos que discurren en forma cóncava tomando parte de ese portón y extendiéndose hasta el inicio del lateral.
Esta carrocería de cinco puertas hace los clásicos guiños a las prestaciones familiares, pese a las sugerencias deportivas que hay en la estética. Estas predominarán más en la versión de tres puertas que se espera en el mercado español para principios de 2012.
La entrada al coche se hace con facilidad por la amplitud del marco de las puertas delanteras, algo más angosto, aunque sin dificultades aparentes también para penetrar en las traseras.
Dentro del coche se comprueba con el sólo referente de la vista que el salto cualitativo también está presente. Cierto que abundan plásticos, pero se ven más cuidados y los detalles de terminación se dejan ver y sentir.
Evidentemente, la modificación de cotas al alza en longitud y distancia entre ejes tiene inmediata traducción en la habitabilidad, donde la amplitud de los asientos delanteros, a la vez que su buen recogimiento, permiten facilidad de movimientos y accesibilidad a los mandos. La panorámica es más que aceptable por delante, pero las reducidas dimensiones de la ventanilla trasera resta ángulo de visión en las maniobras marcha atrás.
La ocupación de las plazas traseras está ejecutada de acuerdo a los cánones de una confortabilidad adecuada, por la medida precisa de la distancias entre filas y por la altura bien medida respecto al techo. Pero queda más en entredicho su ocupación, pues, aunque se incida en las cinco plazas, la plena ocupación es un salto evidente hacia la incomodidad.
Los mandos son accesibles en visión y a mano casi todos, pues algunos están escondidos y se hace preciso mirar y remirar para su localización. Los relojes del tablero de mandos son visibles y su luminosidad bien medida, sin defectos de contraste.
El maletero se reduce a una capacidad limitada a 288 litros, con alojamiento en su interior de las rueda de repuesto tipo galleta. Esta zona de carga se puede ampliar a casi 900 litros abatiendo los asientos traseros, pero se echa en falta un sistema de desplazamiento de los mismos que permita una mayor modularidad de carga.
El movimiento del coche en la versión probada es cosa de un motor gasolina de 1.2 litros y 85 CV, adscrito a los condicionantes prioritarios de la marca de consumir y emitir poco. En lo segundo, bien; en lo primero, menos bien, pues en la prueba no ha estado precisamente comedido y en el intento se ha dejado casi 8 litros a los 100 km en un recorrido por carretera y a velocidades enmarcadas en la legalidad vigente.
Este motor obliga a mantenerlo en regímenes altos en carretera para asegurar una buena respuesta en caso de apuro o de optar por una conducción más alegre. Por debajo de las 3.800 revoluciones renquea y a menos de 3.000 es obligatoria el ejercicio de palanca para reducir en cualquier tipo de escenario. Sí, por encima de las 4.000 vueltas avala buenas recuperaciones, pero se paga con un plus en los registros de consumo.
En el ámbito urbano, el propulsor se deja querer con regímenes de giro muy bajos y en ello ayuda el sistema orientativo de cambio de marchas que equipa de serie, pero en la carretera el guión exige bastante más empuje.
Lo que no se puede negar del motor es un alto grado de refinamiento, pues en cualquier momento y condición impone un buen silencio de marcha y es que, en este caso, la marca coreana ha reducido decibelios con la aplicación de nuevos materiales más ligeros en salpicadero, maletero y capó. Un trabajo, desde luego, bien hecho.
En connivencia con este motor opera una caja de cambios manual de cinco velocidades, la única versión de la gama que la equipa, pues el resto se suma a la tendencia de las de seis. Este recorte de posibilidades obliga a desarrollos bastante largos, aunque la transmisión está bastante equilibrada en las exigencias del recurso a la palanca.
Las evoluciones aplicadas a las suspensiones también tienen su contrapunto al alza. Como sensación dinámica general, éstas operan bien, puede que con un poco de blandura, pero el coche no se descompone nunca y traza con efectividad. Una explicación puede estar en que su recorrido se ha aumentado en 10 milímetros.
No ha habido cambios en el eje delantero donde se impone la suspensión tipo McPherson, en tanto que en el trasero el eje torsional renovado es más firme, al tiempo que se doblado la resistencia de la unión entre los brazos de la suspensión y las manguetas.
La dirección ha incurrido en leves imprecisiones, pero a las que se coge el tranquillo enseguida. El comportamiento de los frenos se salda con rapidez en la acción, distancia de parada correcta y poca propensión a la fatiga.
Sobre el precio, más de lo mismo, en referencia a la filosofía de los últimos tiempos de Kia. Hay evidentes y constatados saltos cualitativos que llevan aparejado una subida lógica de tarifas. Los coreanos ya no están en los mercados para conquistar por precio; ahora lo hacen con coches, sin más componendas, buenos, bien equipados y bien hechos, fiables en definitiva, y eso hay que pagarlo.
El equipamiento es muy completo, aunque en la versión probada por nosotros se echara en falta el automatismo en el encendido de luces, un componente que ya es casi de obligado equipamiento en cualquier nivel y segmento.
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