Define la wikipedia el "pecado original" como aquel cometido por los primeros padres de la humanidad (Adán y Eva) al desobedecer un mandato divino. Quien adquiera un Toyota GT86 está condenado al pecado; un pecado que será ejecutado bajo la continua persuasión de la serpiente japonesa; un pecado que dañará de manera perdurable la naturaleza de los deportivos del futuro. Tú eliges: cometer el pecado o convivir con su castigo eternamente.
Lo reconozco: el último deportivo de Toyota me ha despertado la pasión por la conducción. Quizás adormilado por tanto producto gemelo y una industria demasiado enfocada a la racionalización, la sorpresa que ha supuesto tomar contacto con el GT86 en términos de sensaciones supera cualquier expectativa creada anteriormente. Y eso que no eran pocas pues la prensa internacional lleva meses hablando maravillas de este coupé 2+2. Pero vayamos por partes...
Hablar de diseño siempre es delicado, pues es cuestión de gustos... Sin embargo, parece claro que hay consenso a la hora de juzgar de "precioso" este deportivo. Su largo y afilado morro es sugerente, la amplia boca de admisión en el paragolpes sugiere deportividad a raudales... pero es la forma de cuña pronunciada en su "nariz" la que particularmente más gusta.
El techo y la parte trasera acaban con una fuerte depresión, aliviada en parte por el trabajado alerón. La vista desde atrás es algo más convencional, si cabe, aunque el plástico negro que simula actuar con efecto suelo y la doble salida de escape le otorgan el necesario toque deportivo.
In situ, este GT86 sale favorecido. Aunque en las fotos parezca algo escaso de monta de neumáticos, en realidad son más que suficientes para que luzca bien. Sin ostentaciones; quien lo desee podrá recurrir al mercado de posventa para montarle llanta 20".
El detalle que más nos ha gustado del exterior -además de su afilado morro- es el anagrama "GT86" en las aletas delanteras. Está repleto de sÃmbolos, como los cuatro pistones en posición horizontal o las cuatro huellas de neumático derrapando...
Unos detalles que se extienden al interior, con la "T" en numerosos recursos (tapicerÃa, patrones, etc). Un interior, por cierto, minimalista. Muy poca botonerÃa y lÃneas clásicas, que hacen un guiño a modelos que hoy en dÃa son leyenda.
La posición de conducción es sobresaliente. Personalmente pude encontrar de forma sencilla una postura que me permitÃa manejar con precisión volante-pedalier y cambio. El asiento, aunque no lo parezca, recoge perfectamente el cuerpo y en este aspecto únicamente he podido encontrar un defecto imperdonable: el pedal del acelerador está hundido y alejado del de freno, lo que dificulta la maniobra del punta-tacon. Una lástima pues se convierte, en realidad, en el único punto débil de este automóvil.
De resto nada que objetar. Y tampoco quiero entretenerme en aspectos superfluos, que podrÃa por la cantidad de detalles interesantes que posee. Pero lo realmente magnÃfico de este automóvil viene de su conducción, de las sensaciones que transmite.
Para captar su atención y siga leyendo, decirle que con 11 años de experiencia probando casi toda clase de deportivos, el más parecido a este Toyota GT86 que he podido probar es el Porsche Cayman... Queda todo dicho. Ahora veamos por qué.
Como adelantamos hace unas lÃneas, el puesto de conducción es a mi gusto perfecto. Todo se centra en la conducción (el volante no tiene un sólo botón), la instrumentación está centralizada en el cuentarevoluciones y los pedales están perfectamente alineados. Esto último es un mal congénito de otros coupés de su categorÃa, algo que en Toyota han resuelto eficazmente gracias a una transmisión (caja de cambios y árbol) muy compacta. Lástima que el acelerador no esté justo en su sitio, o que tampoco sea con fijación en el suelo.
El volante está en posición casi horizontal, con un diámetro y tacto perfectos. Un volante que sirve para lo que ha sido diseñado: guiar el coche. La palanca de cambios está en posición elevada, muy cerca del volante; además, los recorridos son extremadamente cortos y se siente perfectamente "el hierro". Puedes notar cómo entra cada cambio, incluso con sincros que en ocasiones suenan (rascan), sobre todo si conducimos con parsimonia.
Nada más subirnos estamos deseando accionar el botón de arranque, despertando este especial motor bóxer original de Subaru. Toyota ha participado en su evolución, con tecnologÃa tan avanzada como el doble inyector (uno de la cámara de combustión y otro en el colector), un cárter de aceite extremadamente compacto, o la propia caja de cambios. El resultado es notable: 100 CV/litro para un atmosférico es una buena cifra, aunque es algo que muchos fabricantes consiguen. La condición bóxer del motor sale a relucir en todo momento, con un sonido y tacto caracterÃstico de este tipo de motores. Vibra algo más de lo habitual, especialmente a medio régimen, pero no es un defecto ni algo incómodo.
El sonido está bastante atenuado si no abusamos del acelerador, para convertirse en un precioso bramido a partir de medio régimen y carga total del acelerador. Es de esos coches en los que uno no puede evitar dar un acelerón en cuanto pillas un túnel...
En los primeros kilómetros, el GT86 sorprende con una suspensión firme, pero no incómoda. Da la sensación de que cuando exprimamos el chasis, ésta peque de cierta flexibilidad... todo lo contrario. Considero que la de este Toyota es la mejor suspensión (no electrónica) que he probado hasta ahora en un deportivo. De nuevo, merece la calificación de "perfecta": es firme, muy firme, pero no seca. Absorbe de forma razonable los baches habituales de la carretera, pero a la vez tiene ese punto "rebotón" de toda suspensión deportiva. Y lo mejor de todo es que en cambios de apoyo, como explicaremos ahora, no tiene rival.
Este coupé es perfectamente válido para el dÃa a dÃa, siempre y cuando entrar y salir de él no sea para nosotros un ejercicio torturante. Lo cierto es que su bajÃsima posición de conducción exige cierta forma fÃsica en cada acceso y, especialmente, cada vez que nos bajemos de él... pero es un precio a pagar muy razonable por lo que nos ofrece a cambio.
Sin embargo, lo mejor de sà lo da cuando decidimos "jugar" un poquito con él. Es de esos coches a los que se le pierde el respeto muy rápido, pues inspira muchÃsima confianza y desde los primeros kilómetros. El tacto de la dirección es de lo mejor que he podido probar, además de muy directa; el pedal de freno es firme, perfecto para modular con precisión cada frenada; y la caja de cambios admite ser maltratada sin rechistar, rapidÃsima y de relaciones cerradas en sus cinco primeras marchas.
Pisando a fondo, el rugido del motor se hace cada vez más fuerte a medida que ganamos revoluciones, pero es entre las 5.000 y 7.500 rpm cuando nos pone los pelos de punta. El empuje en esta zona es notable, acorde con los 200 CV declarados por el fabricante y es muy sencillo mantener siempre el motor en ella si nos lo proponemos. Nunca nos dará la sensación de que el motor está pidiendo un respiro, todo lo contrario. El brusco corte de inyección a las 7.500 rpm nos pillará más de una vez desprevenidos, por muchos led indicadores que tenga, pues no da la impresión de quererse detener en su ganancia de régimen.
Llegan las curvas y con ellas, el momento sublime para el GT86. Para entender la filosofÃa de este coupé hay que probar los diferentes modos de conducción que ofrecen las ayudas electrónicas a la conducción, descubriendo cómo un bajo peso del conjunto, un óptimo reparto de pesos y un bajÃsimo centro de gravedad son la única opción posible en todo deportivo que se precie.
Hay tres opciones: "todo conectado", "parcialmente desconectado" y el salvaje "todo desconectado". Los modos se seleccionan desde los botones correspondientes en el túnel de transmisión.
En la opción habitual, en la que todas las ayudas y sistemas de seguridad están conectados, este GT86 se comporta de forma parecida al resto de modelos del mercado, aunque con la particularidad de que cuando superamos el lÃmite de adherencia en curva podemos percibir claramente cómo actúa el ESP, sobre qué rueda y en qué medida. Vale la pena probarlo. Además, comenzaremos no sólo a cogerle el tacto al magnÃfico chasis sino que es toda una lección de ingenierÃa y una declaración de intenciones de lo que nos espera. Nunca antes otro chasis me habÃa transmitido de forma tan clara este aspecto.
Otro cantar es el punto intermedio de reglaje de las ayudas electrónicas, con el que podremos jugar a "ser Dios"; siempre con el respeto que es obligado y la prudencia que imponga la lógica. Pero es muy sencillo encontrar los lÃmites, muy divertido y una experiencia que difÃcilmente puede igualarse en placer con otro vehÃculo de su rango de precio. Estoy seguro de ello. Es una gozada sentir como desliza de forma homogénea de las cuatro ruedas cuando sobrepasamos los lÃmites de adherencia laterales por velocidad; o cómo la trasera se insinúa a la mÃnima sobrepresión del gas, llegando a convertirse en una moderada "barrida" muy sencilla de controlar. Y todo sin que percibamos en ningún momento un exceso de intervención electrónica. IncreÃble como un excelente trabajo de puesta a punto permite que se obtengan tan dispares actuaciones de la electrónica.
Si hasta aquà hemos llegado sin desconectar del todo las ayudas, prefiero no imaginar qué nos espera en el eslabón final de esta cadena de gozo. Este Toyota GT86 hace fácil lo difÃcil; te hace piloto. Pero en carretera abierta, único escenario en el que hemos podido probar este vehÃculo, no conviene tentar a la suerte... ¡Juro por Snoopy que nunca lo desconecté del todo!
Y hasta aquà lo importante, el resto es superfluo. ¿Qué mas da que las plazas traseras sean virtualmente impracticables? ¿O que el consumo sea realmente bajo en conducción normal? Este coche ya forma parte de la historia del automóvil ocupando un lugar de privilegio entre los coupés más excitantes y apasionantes.
Al final no he podido resistirme a sentir un cierto regusto amargo... una frustración indefinida por cuanto me asalta la duda de si realmente soy afortunado por el trabajo que poseo. Poder conducir un vehÃculo como el GT86 me ha generado un placer indescriptible, tan intenso como la inevitable displicencia al devolverlo. ¿Fortuna o desdicha? ¡Bendita duda!
|