Han pasado diez años desde el inicio de la producción del LFA, un auténtico supercoche que anunció la nueva imagen de Lexus como fabricante comprometido y visionario de vehículos de alto rendimiento de primera clase.
Dada su exclusividad y su carácter único –desde el principio, la producción se limitó a tan solo 500 ejemplares–, el LFA dejó un legado que ha influido a todos los modelos fabricados por Lexus desde entonces. Incorporó por primera vez nuevas tecnologías de motorización y materiales, e ilustró el enfoque artesano takumi de la fabricación y el diseño que ha acabado convirtiéndose en una cualidad que define la marca Lexus.
La historia del LFA empezó a principios del año 2000, como proyecto de investigación y desarrollo para producir un supercoche con clase. Harahiko Tanahashi, Ingeniero Jefe de Lexus, gozó de la libertad y de la oportunidad de trabajar con nuevos materiales y procesos. Este planteamiento de “tabula rasa” recordaba la forma en que Lexus había reescrito las reglas de los vehículos de lujo con la emblemática berlina LS, que había lanzado la marca diez años antes.
En 2001, se unió al equipo el maestro piloto Hiromi Naruse, y sus habilidades resultaron ser cruciales para que el LFA alcanzara sus objetivos de manejo y rendimiento. En las primeras fases se identificaron 500 elementos clave, desde el diseño de la suspensión hasta la forma del volante; todos los detalles tenían que ser perfectos. El primer prototipo se acabó en 2003 y, un año más tarde, daba sus primeras vueltas al Nürburgring Nordschleife, el legendario circuito de competición que se convertiría en la cuna del desarrollo del LFA.
El mundo pudo hacerse una primera idea de lo que Lexus tenía planeado con la presentación de un estudio de diseño en el Salón Internacional del Automóvil de Norteamérica 2005 en Detroit, seguida de un prototipo más cercano a la producción dos años después. En 2008, el LFA –aún en proceso de desarrollo– hizo la primera de cuatro apariciones anuales en las exigentes 24 Horas de Nürburgring. Fue la prueba más dura posible del rendimiento y la calidad del vehículo, antes de que Lexus confirmase su producción en el Salón del Automóvil de Tokio 2009.
La producción comenzó en la moderna planta de Lexus en Motomachi a finales de 2010. Tal era la importancia asignada a la precisión técnica que la fabricación iba a un ritmo de solo un vehículo al día, y cada motor era montado y validado por un mismo operario, con una placa grabada con el número de producción del vehículo.
El LFA estaba repleto de características increíbles y revolucionarias. En su interior montaba un motor de 4.8 litros V10 con aspiración natural, producido en colaboración con especialistas de Yamaha. Aunque era más pequeño y tenía menos cilindros que los de algunos supercoches rivales, su rendimiento era excepcional, con una potencia máxima de 560 CV DIN a 8.700 rpm. de montaje frontal y conectado a las ruedas traseras, mediante una caja de cambios secuencial automática de seis velocidades situada en el eje trasero, podría llevar el vehículo de cero a 100 km/h en solo 3,7 segundos, y hasta una velocidad punta de 325 km/h.
Para conseguir un buen rendimiento era esencial limitar el peso del vehículo, lo que se consiguió pasando del aluminio utilizado en los prototipos iniciales al plástico reforzado con fibra de carbono –CFRP, Carbon Fibre Reinforced Plastic–. Este avanzado material tejido, ligero pero muy resistente, se utilizó en la mayor parte de la carrocería, el habitáculo y el túnel de transmisión, y desde entonces se ha empleado en otros modelos de Lexus, como el GS F y el RC F, miembros de la exclusiva línea deportiva F de Lexus. La potencia de frenado tenía que ser tan eficaz como la propulsión, lo que llevó al uso de discos de freno cerámicos de alto rendimiento.
El LFA tenía aún más que ofrecer, en forma del exclusivísimo paquete Nürburgring, una versión rediseñada para maximizar el potencial del vehículo para la competición. Inspirado directamente en la experiencia del vehículo en la competición, montaba una suspensión más rígida, unas llantas de aleación forjada más ligeras con neumáticos deportivos y características aerodinámicas adicionales, incluido un nuevo alerón frontal de borde, unas pequeñas aletas delanteras y una aleta trasera elevada fija, de estilo GT, para maximizar la carga aerodinámica. Además, la altura de marcha era 10 mm inferior, de manera que el vehículo también se pegaba más al suelo. Para compensar la resistencia aerodinámica adicional, se incrementó la potencia del motor a 570 CV DIN.
Se planificó una producción de solo 50 unidades, y cada propietario recibió formación profesional y un pase de un año para el circuito de Nürburgring. Su calidad se confirmó en 2011, cuando registró un nuevo récord de vuelta rápida para un vehículo de producción en Nordschelife, con Akira Ida al volante.
Las últimas palabras sobre el LFA corresponden a Harahiko Tanahashi, el hombre que hizo realidad el sueño. Tanahashi explicó: “Mi intención era crear un supercoche que llevara al conductor a ese estado a través de la unidad de sus componentes: el sonido del motor, la sensación al revolucionarse, su tacto de conducción y su estabilidad”. Al preguntarle a qué se refería con “ese estado”, simplemente contestó: “euforia”.
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