Prueba del Volkswagen Golf Cabrio R: adorable disparate.

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Prueba del Volkswagen Golf Cabrio R: adorable disparate.

Angel Alonso - Publicado el 21/11/13

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Volkswagen es marca curtida en este tipo de coches y su historia de cabrios con el compacto Golf ya va por su sexta generación, es decir una menos que la del modelo convencional, lo que da para una historia amplia y rica en matices.

Dentro de las múltiples combinaciones del Golf, la introducción de la inicial R fue un salto cuantitativo y cualitativo importante en los rasgos deportivos, que dejó sin monopolio en este campo al acreditado acrónimo GTi.

La distinción R llega por primera vez al Golf Cabrio, con lo que se convierte en el modelo de estas características más potente de la marca, con 265 CV, frente a los 210 del GTi, aparte de otras componendas propias de la serie.

Una primera consideración se concreta en la utilidad de esta versión. Es inevitable. Una conducción deportiva con este modelo ya tenía su presencia asentada y acreditada con el GTi. ¿Para qué más?, teniendo en cuenta el sobreprecio del R y el alto consumo que acredita.

Solo pueden existir razones emocionales y de prestigio para dar salida a semejante versión. Pero si esa característica visceral es la que se impone, no hay duda de que se está ante un adorable disparate que hará las delicias de aquellos a los que su afición al motor les lleve a la frontera del fanatismo.

El Golf R Cabrio es un coche rápido, muy rápido, que está cerca de poder entregar todas las virtudes de la conducción a techo abierto, conforme a los cánones de una interpretación harto generosa de la filosofía deportiva, pero éstos quedan muy por debajo del verdadero potencial que este modelo entrega en la realidad de un trayecto a capota cerrada, de estilo más convencional. Demasiada diferencia entre las dos formulas básicas de un convertible en muchos aspectos. Ahí radica la total ausencia de elementos prácticos de este modelo. Otro cantar, reiteración, es que las emociones no atienden a un dogma racional.

El Golf R Cabrio es un Golf en toda su extensión, salvo por el elemento esencial y distintivo de su techo de lona y una carrocería reducida en su altura desde el suelo en 25 milímetros. El imán de la vista atrae hacia unas llantas multirradio de bajo perfil y 19 pulgadas que realzan su perfil rácing, aparte de los dos tubos de escape cromados, uno a cada lado, las carcasas en negro de retrovisores y faros LED y la rejilla del ventilador con el logotipo
R.

En consonancia con el mensaje de rapidez que transmite el coche, la capota se puede plegar en un tiempo récord de 9 segundos y requiere solo dos más para su despliegue. Todo ello sin moverse del puesto de conducción, solo accionando el dispositivo colocado en el túnel central. En marcha se puede ejecutar la maniobra hasta una velocidad de 30 km/h.

Por dentro, la verdad es que la configuración deportiva es discreta, y limitada sólo a algunos paneles en aluminio, pedales en acero inoxidable, cuero en tapicería, volante, con sus ribetes en blanco, y agujas de un azul luminoso en cuentakilómetros y cuentavueltas. Poco más.

La comodidad para el pasaje encuentra referente en los asientos, bien medidos en respaldo y banqueta, y con capacidad para recoger el cuerpo, propiedad imprescindible tratándose, como se trata, de una versión de fuerte impronta deportiva.

La separación entre filas deja espacio suficiente para viajar cuatro personas y no resulta especialmente dificultoso el acceso desde el exterior. A capota puesta, hay una distancia bien ajustada respecto a las cabezas de los ocupantes.

Si se trata de circular a techo abierto en carretera, el Golf R dispone de serie de un deflector que elimina o aminora turbulencias y, al mismo tiempo, deja inhabilitada la ocupación de las plazas trasera, lo que convierte al coche en un biplaza. El trabajo de este aditamento es óptimo y permite circular descapotado a buenas velocidades.

La protección antivuelco se resuelve con el salto hacia arriba en un tiempo de un cuarto de segundo después de rebasar una aceleración transversal definida o una inclinación inhabitual del coche.

La distribución de los instrumentos es la propia, y muy práctica, de todos los Golf. Todo bien a mano y reconocible con un rápido repaso de la vista.

El maletero padece las consecuencias del dibujo cabrio. No está mal en cuanto a capacidad, pero la boca de entrada de objetos es pequeña y angosta. No obstante, la segunda fila de asientos se puede abatir con lo que surge un interesante espacio extra, siguiendo el sistema aplicado en el Beetle cabrio.

La historia de este Golf R Cabrio sería muy distinta sin su motor de 2.0 litros y potencia de 265 CV. Este registro de potencia ya lo dice todo, pero semejante caballería no reacciona de forma explosiva hasta que coge un alto registro en el cuentavueltas, entonces sí, demuestra sus capacidades reales, acompañadas por un sonido ronco que trae evocaciones inequívocas.

En este propulsor se han acometido algunas modificaciones precisas para que alcance esta alta potencia. Se han reforzado los pistones con relación a los demás motores TSI, las bielas son más resistentes para trasmitir el elevado par motor (350 Nm) al cigüeñal y el conjunto del bloque.

El consumo es alto sin paliativos. El más leve toque al acelerador chivatea en el ordenador de a bordo gastos de gasolina ya por encima de los diez litros. En prueba quedó el promedio en 16 litros, pero con el matiz de sensibles diferencias entre los entornos urbano y de carretera. En este último escenario, dejó un poco más de diez litros.

La misión del cambio de marchas está encomendada a una caja automática DSG de seis relaciones, de la que nada queda por añadir en cuanto a sus constatados y constatables atributos de finura y comportamiento, así como su capacidad para sacar el más ajustado régimen de giro en todos sus desarrollos.

El Golf R Cabrio rueda con un aplomo importante, pero en firmes mojados, como ha ocurrido en distintas fases de la prueba denota algún que otro fallo de torsión. En condiciones más normales demuestra nobleza y mucha solidez en la trazada de curvas, sin que los condicionantes de la carrocería se diferencien en exceso de lo que es uno de lo puntos fuertes del modelo en sus versiones convencionales.

Ello es así porque la ingeniería de esta versión aplica importantes ajustes a amortiguadores y estabilizadores, lo que ha resuelto conservar en este coche las propiedades de estabilidad sin recurrir a la tracción integral que fue parte de otras versiones deportivas cabrio de la marca. Esto, junto a los refuerzos de la carrocería, zonas acristaladas, parabrisas y las modificaciones
estructurales en bajos, laterales, soportes y puertas, han traído como consecuencia una ampliación considerable del peso.

Este Cabrio R, por el componente económico, rompe con la racionalidad de compra para instalarse en esas otras emociones o razonamientos de difícil discernimiento, como ha quedado dicho. Es un precio muy alto, con lo que el factor capricho está en todo lo alto. Incluso, en una comparativa con el GTi, una versión ya de por sí nada barata y no muy alejada del componente deportivo pretendido con ésta, la diferencia de tarifas es casi abismal. Como contrapunto el equipamiento de serie es abundante y sofisticado, tanto en tecnología, como en confort y seguridad.

Respecto a este último, la ingeniería ha jugado un papel determinante con los airbag, ya que los de cabeza-tórax se integran en el lateral de los respaldos y ocupan toda la altura interior del coche. En el lado del conductor se ubica uno de rodilla, que forma parte del equipamiento de serie.

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