Prueba del Ford S-MAX 2.0 Ecoboost 240 CV: referente único.

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Prueba del Ford S-MAX 2.0 Ecoboost 240 CV: referente único.

Angel Alonso - Publicado el 02/06/14

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Ese exclusivismo para el ciclo de gasolina se concreta en una versión con el motor de inyección directa 2.0 Ecoboost, crecido ahora en su registro de potencia hasta los 240 CV, 40 más que el anterior.

El S-Max ya presume de una segunda generación, que llegó a los mercados en 2010, tras el lanzamiento del modelo cuatro años antes. Hoy está en fase final de vida, pues la tercera ya se anuncia para finales del año que viene y con sello manufacturero español, pues la producción del modelo se traslada a la planta de Almusafes (Valencia).

En estos cuatro años de segunda generación del S-Max no ha habido más cambio que éste, en el único motor gasolina, de los 200 a los 240 CV, pero sin variar cilindrada.

A cambio, sí conviene reiterar que el trasvase de la primera a la segunda generación impuso un importante cambio de estilo que, con una evidente reducción de altura, mejora consiguiente en el eje de gravedad, líneas más afiladas y elementos decorativos "ad hoc" para imprimir una filosofía "sport", ha agudizado los pormenores de índole deportiva de este coche, casi por encima de los del monovolumen que también transmite.

Y lo hace en esta segunda faceta con un habitáculo amplio, lo suficiente para que la tercera fila de asientos, que da lugar a una capacidad para siete pasajeros, sea opcional. Teorema al canto: por mucho que se vista de monovolumen, personas y mercancías son incompatibles, es decir a siete plazas, volumen de maletero ciertamente escaso.

Sin embargo, la modularidad es recurso y una configuración estándar de berlina de cinco asientos deja libre un espacio de carga de mucha más enjundia; por decirlo más claro, hasta 755 litros.

La metamorfosis de las siete a las cinco plazas no tiene apenas dificultad por la sencillez con que se abaten los asientos suplementarios, dejando, además, un suelo plano sin obstáculos para los objetos a guardar en esa zona.

Reiterativo también, pero necesario precisar, las dos plazas de la tercera fila de asientos, como mucho, para dos adultos de no excesiva estatura y sin ser castigados con recorridos largos.

La vida estándar a bordo tiene buenos puntos de apoyo en la amplitud ya aludidad del espacio para el pasaje, aderezada por la comodidad y envoltura de unos asientos de morfología deportiva, es decir exactamente ajustados para agarrar las zonas dorsal y renal de los ocupantes del espacio delantero.

En la segunda fila, convenientemente separada en distancia de la primera, también se encuentran argumentos poderosos para viajar cómodamente, incluso en la plaza central.

Ford es una marca que a sus vehículos de más alta gama cuida de una forma especial y a ello se atiene el S-Max, con una selección muy mirada de materiales y percepción de primera en ajustes y acabados. En esa buena fama incluir también la accesibilidad a los dispositivos de control de elementos del coche, bien colocados y con el suficiente tamaño para ser localizados sin apenas distracciones.

En este apartado rompen la uniformidad los mandos al volante, especialmente en lo tocante al manejo del ordenador de a bordo, con multitud de pasos intermedios, que alargan innecesariamente, la búsqueda del componente de control o ruta a analizar.

El "quid" de esta versión está en el motor y en su necesaria comparativa con el anterior de 200 CV. La diferencia de esas 40 unidades de potencia a favor de ésta, por supuesto, se concreta en una mayor instantaneidad en las aceleraciones y recuperaciones, pero pasan factura, quizás demasiada, en consumo que, uno contra otro, sitúan al que toca ahora casi con un litro por encima respecto al anterior. El dato: un poco más de 9 litros a los cien kilómetros, en recorrido de carretera, a bajo nivel de carga, y dentro de las
velocidades máximas que marca la legislación.

Hay también una ganancia muy perceptible en refinamiento, pues el motor se deja llevar con una finura en el más amplio sentido del elogio. Y, ese contrapunto del consumo, contrapone la paradoja de lo bien que responde a muy bajo nivel de cuentavueltas, con respuestas del turbo que van ganando intensidad conforme se sube el régimen de giro.

Un motor exclusivo requiere aparejos exclusivos en la forma de que este S-Max 2.0 Ecoboost de 240 CV solo se sirve con caja automática de doble embrague Powershift de seis relaciones que, como es lo habitual, en esta tecnología, se acoge a una suavidad proverbial de reacciones y cambios que hacen de la conducción una experiencia muy agradable.

Otra exclusividad es el equipamiento más alto: el Titanium, generoso en elementos y enriquecido con ayudas a la conducción como la luz larga inteligente, activable en función de determinados niveles de oscuridad en los trayectos y desactivable cuando percibe la luz frontal o trasera de otro coche a determinada distancia. Llama la atención, por la rotundidad de su aviso el sistema de alerta de mantenimiento de la distancia con el vehículo que le precede.

La marca del óvalo siempre ha causado excelentes sensaciones dinámicas que no se desvían del propósito, ni mucho menos, en el S-Max. Muy aposentado siempre sobre el firme, la reducción de altura ha centrado más el eje de gravedad, con lo que la estabilidad está en todo momento en el punto más alto de transmisión de confianza al puesto de mando. El comportamiento de los ejes se somete a la máxima regularidad tanto en entrada como en salida de curvas, buena costumbre a la que también se aplica la dirección por su adecuación a los movimientos de volante y el tacto de resistencia que ofrece en cada configuración de guiado.

Muchas exclusividades necesariamente tienen que desembocar en un precio nominalmente alto, y se dice nominal, porque el S-Max no tiene parangón en la competencia, al estar desclasado respecto a los monovolumenes familiares tradicionales, mientras que en las cercanías de concepto se puede encontrar un referente como la Clase R de Mercedes-Benz, que no le cuadra en segmento.

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